A la semana de llegar a Les Cambres, nevó. No fueron cuatro copos, ni cinco. Nevó de una manera que en cuestión de pocas horas ya no pudimos salir por el camino de tierra, ni con el todo terreno. Nevó durante dos días y nos quedamos aislados en la antigua masía, con la buena compañía de Kiku.
Esos días incluso las cabras se negaban a salir, muchas de ellas era la primera vez que veían la nieve. Así que nuestras tareas se centraron en mantener la casa caliente, dar de comer a todos los animales y esperar a que el temporal amainara.
Las primeras horas pensábamos que aquello no cuajaría, porque había llovido en días anteriores, pero al ver que empezaba a nevar con fuerza, Kiku nos propuso de dejar suficiente leña cortada e instalar la pala en el toro, por si más tarde necesitábamos quitar la nieve del camino. Para imaginaros un poco como es la vida en una masía como Les Cambres en pleno invierno: la casa se calienta únicamente con 3 estufas de leña que en esos días quemaban de día y de noche y consumían unos 20kg de leña al día cada una. La leña se deja junto a la entrada de la casa y hay que entrarla con capazos a medida que se va gastando.
Cambiar la pala y traer la leña cortada tenía que ser algo rápido, pero se convirtió en una odisea de una hora y media bajo la nieve y con las manos tan congeladas que ya no nos respondían.
Al terminar, nos sentamos los tres al lado de la estufa riéndonos de nuestras extremidades inútiles y los mocos que nos caían y comimos una buena cazuela de comida caliente. Por la tarde, mientras oíamos como se posaban los copos de nieve en el tejado, tuvimos una velada inolvidable en el comedor, tocando instrumentos, cantando canciones y tomando un chocolate caliente con miel.
Esa tarde, cobijados por los grandes maderos del techo y envueltos en la lentitud del fuego, disfrutamos del hacer por hacer. Disfrutamos de cada tarea, de cada carcajada. Disfrutar de cada cosa quiere decir hacer sólo y únicamente esa cosa. No es hacer mil cosas al mismo tiempo y pensando además en todo lo que vendrá después y dentro de 6 meses. Disfrutar de cada momento es vivir sólo para ese momento. Comenzar y acabar lo que sea, en ese momento. Hacer Una cosa. Cuesta muchísimo hacer sólo Una cosa. Desnudarnos de la multitarea y de la planificación. Hacer bien una cosa en cada momento, es vivir en sí mismo, sin proponérselo, sin ni siquiera ser consciente de ello.
La calma no se busca. Viene sola, en oleadas silenciosas, y hay que estar dispuesto para abrirse a ella.
Los días siguientes pudimos empezar a salir con las cabras floridas que, aunque se hundían en la nieve con cuidado, porque no les gustaba, les apremiaba más el hambre de comer hojas frescas.
Sus pieles de flores se confundían con la misma nieve y los bosques.
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